"You probably heard we ain't in the prisoner-takin' business; we in the killin' Nazi business. And cousin, business is a-boomin."
Quentin Tarantino es un gusto adquirido. Se le llega a amar o te llega a exasperar – yo estuve entre ambos sentimientos durante mucho tiempo y fue precisamente el tiempo y ver sus películas una segunda y tercera vez que llegue a inclinarme por el primero. Como artista, ha definido su estilo de manera precisa con un sello de autor que si bien no es de aprecio para muchos, llega a ser genial para otros. Entre sus temas fetiche están la venganza y los duelos, temas magistralmente desarrollados y explotados a la perfección en Kill Bill Vol. 1 & 2 y suficientemente adentrados en sus otras películas. Con Inglourious Basterds (2009), Tarantino se arriesga a tratar esta temática con su distintiva violencia combinando humor e ironía dentro de un contexto bastante sensible – la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.
Al principio no sabemos si esta película es una sátira, un homenaje o un relato basado en una historia real. Al principio pareciera que todas y al final entendemos que no es una más que una versión alegórica de este amargo capítulo en la historia de la humanidad… a lo Tarantino. La narrativa opera dentro de dos distintos planes de venganza a llevarse a cabo en contra de altos funcionarios Nazis durante la ocupación en Francia en la Segunda Guerra Mundial. No divulgo más sobre lo que va sucediendo, pues la película se presta para someterse a los múltiples elementos sorpresa que conducen a un clímax final digno de catedra en film de suspenso, según el gran maestro: Hitchcock. En esta fábula hay héroes y hay villanos, destacando a Christoph Waltz como actor en el mejor papel de su vida y en el que logra sobresalir dentro de los top 10 villanos en la historia del cine. Hay Nazis profanados al estilo Tarantino y hay momentos de cómica burla a una situación que hoy por hoy seria inimaginable – todo realizado con fino humor, originalidad e ímpetu que no peligra en lo vulgar o desagradable. La receta Tarantino mezcla todos estos ingredientes para un desenlace inesperadamente épico.
Para los amantes del cine: hay gran homenaje al séptimo arte de una y mil maneras. No es casualidad que uno de nuestros héroes es un afamado crítico de cine, una de nuestras heroínas opera una sala de cine: escenario meritorio del gran finiquito. Se hace referencia al cine propaganda de la época (Cine Third Reitch) – la maravilla de su técnica y la ofensa de su contenido, recalcando las cintas de Leni Riefenstahl y la ficticia Orgullo de una Nación dentro de la película. A esto, le agregamos la cinematografía de Robert Richardson, genio en la producción de un ambiente sublime e intimidante dentro de un marco hostil y grotesco.
Basterds será un película que genera indignación para algunos y fascinación para otros, quedándome yo con el equipo que la apoya como ejemplo a ser dictado y ensenado en escuelas de cine…
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