"Sometimes they say I’m mad, but a grain of madness is the best of art…"
At Eternity's Gate (2018)
Vincent Van Gogh representa, como artista, un punto crucial y decisivo en la historia del arte. Como persona, encarna la imperfección humana que hace que una expresión y una condición puedan resultar en arte vital. A este personaje se le atribuye la primera expresión emocional y subjetiva en la historia del arte, dejando a un lado el idealismo de lo clásico y la representación de lo meramente figurativo. Van Gogh rompe con este paradigma realista y ejerce presión sobre la forma y liberación de color en su pintura para expresar fragilidad humana, convirtiéndose en el primer artista que pinta el mundo de acuerdo a su dimensión emotiva.
Su estado de vulnerabilidad emocional lo llevo a pintar paisajes con largas e inquietantes pinceladas que evocan tensión, movimiento y agitación. Es precisamente la dirección de Julian Schnabel en At Eternity’s Gate (2018) la que traslada esta intensidad y visión del mundo de Van Gogh a la pantalla con un impecable uso de cámara subjetiva.
“Tal vez Dios me hizo un pintor para gente que no ha nacido aun… Quiero encontrar una nueva luz, una luz para pinturas que aún no hemos llegado a ver…” dice Van Gogh en un momento de la película. Un artista incomprendido y sumamente avanzado para su época, Vincent se dedicó a ver más allá de lo que se podía realizar con un paisaje estable y permanente, utilizando una vibrante paleta de colores como principal recurso para resaltar su contenido expresivo. Esta sensación de dinamismo es capturada por Schnabel de manera distintiva en calibrada cadencia con la etérea cinematografía de Benoit Delhomme. Llegamos a ver el mundo como lo sintió y lo vivió Van Gogh, sin duda – el éxtasis de su pintura, la debilidad de su espíritu ante la indiferencia y la palpitante frustración que domaba su realidad.
La película no busca ser una biografía, sino una mirada al turbulento mundo del revolucionario artista que lo llevo a crear impalpable belleza dentro de su agitada existencia, transformando noches estrelladas en alucinantes horizontes y evolucionando para siempre el patrón bajo el que se mira y aprecia una pintura.
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