Tragedia disfrazada de cuento de hadas...
Si no me equivoco, la gran mayoría de personas recuerda exactamente el lugar y el momento cuando se enteró de los sucesos del 11 de Septiembre del 2001 y cuando murió la Princesa Diana de Gales el 31 de Agosto de 1997. Enfatizando el deceso de la princesa, si bien el shock inicial se dio al ser una muerte accidental a sus 36 años de edad, la estupefacción global ocurre al perder un símbolo de humanidad y benevolencia y quien sirvió su cargo con indiscutible harmonía entre elegancia y humildad durante las dos últimas décadas del siglo 20.
La Princesa Diana protagonizo, frente a todas las cámaras del mundo y en constante escrutinio por parte del ojo Real, un cuento de hadas sacado de la imaginación más romántica e idealista posible -- el mismo que se transformó en la pesadilla y tragedia que hemos logrado conocer a través de incontables documentales, series de televisión y películas. A esto le agregamos las inagotables notas en los medios y el abuso de la prensa con respecto al tema a lo largo de los anos y obtenemos el cabal memorándum de los hechos. Para refrescar un poco los sentidos y proponer una representación alterna del drama personal de este enigmático personaje, el director chileno Pablo Larraín conduce a una Kristen Stewart que jamás imagine capaz de tan magnifica y exquisita interpretación como la princesa. Nominaciones como mejor actriz principal en la gran mayoría de premios serán una certeza para esta joven actriz.
Spencer (Pablo Larraín, 2021) nos transporta a Diciembre de 1991, cuando la familia real celebra Navidad en Sandringham Estate (Norfolk, Inglaterra) y donde se nos permite sondear cada rincón de sus majestuosos aposentos. Meticulosamente lograda a través de ángulos panorámicamente estratégicos y deambulantes movimientos de cámara, la exhaustiva exploración física de este perpetuo espacio nos sitúa en la grandeza y opulencia de la corona que representa. Con la detallada visualización de este idílico entorno, viene la rigidez y el protocolo que hacen de este ambiente una sofocante prisión para la princesa. En cada expresión y mirada perdida que caracterizan el trabajo de Stewart, acompañamos a una joven madre que mientras lucha con la infelicidad de su falso matrimonio, la infidelidad de su príncipe y las absurdas expectativas de su papel, también disputa una riña con sus propios demonios y la inestabilidad emocional que todo esto le genera.
Spencer se aleja de la luz pública en el la que Diana distinguidamente figuro, así como de sus obras benéficas y catálogo de diligencias que la pronunciaron la “princesa de la gente.” El faro de esta historia ilumina 3 días únicos en su atormentada existencia, que acompañada de una bulliciosa y agitada banda sonora (compuesta por Jonny Greenwood y fundamental para la historia), asisten a Larraín en la conquista de la abrumadora tempestad que Diana logra superar de manera temporal y de la cual ya conocemos su triste desenlace.
La película es para un ojo paciente por narrativas contemplativas que buscan lo profundo en la cotidianeidad de sus personajes. En mi ojo, Spencer lo logra con un 4.5/5
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